Universidad Rafael Landívar  •  Vicerrectoría Académica  •  CEAT

Autora: Lcda. Ana Laura Arango

LA EVALUACIÓN EN UN SENTIDO REAL

Para el docente que desea promover el verdadero aprendizaje en el aula, la evaluación es la piedra angular del proceso. Para lograr que la evaluación sea parte integral del autoaprendizaje es necesario romper paradigmas que hacen referencia a la repetición memorística, poco significativa e irreflexiva para el estudiante.

La evaluación, es pues, el mecanismo de expresión de lo que se ha aprendido, es un medio de detección y corrección para la mejora en el desarrollo de competencias, es la puesta en marcha de la creatividad para resolver situaciones relacionadas a la materia o curso, es la presentación de un producto o proceso que evidencia una competencia adquirida, es un proceso de aplicación, es la oportunidad de demostrar el aprendizaje, es un medio que promueve el aprendizaje, la metacognición y autorregulación del estudiante.

Es la era del constructivismo y el socioconstructivismo, teorías psicopedagógicas que reconocen los tres tipos de saberes (conceptual, procedimental y actitudinal), promueven el aprendizaje significativo y consideran los conocimientos previos del estudiante, además de valorar los productos, pero sobre todo los procesos; modelos que proponen no solo evaluar al estudiante, sino también al docente, al entorno, al sistema y al centro educativo, considerando que todo lo anterior es susceptible de mejora.

La evaluación no solo sirve como una métrica en el punteo del estudiante, sino que debe ser considerada como un camino que conduce a la autogestión del alumno en su proceso de aprendizaje, donde él mismo está consciente de su propia forma de aprender, de lo que debe reforzar y mejorar para continuar avanzando en su proceso

UNA NUEVA VISIÓN DE LA EVALUACIÓN

Hoy en día se sabe que la memoria juega un papel crucial para muchas situaciones, pero en el proceso educativo, se le debe identificar como un recurso, más no como la tarea fundamental, sobre todo al reconocer el enorme bagaje de conocimientos que existen, porque es más relevante que el estudiante desarrolle saberes prácticos: saber conocer, saber hacer, saber ser, saber convivir. Por ello, es importante reconocer que lo esencial en la educación es aprender a aprender, para que, en cada situación u oportunidad nueva de aprendizaje, el estudiante logre analizar y reflexionar sobre lo que se aprende, en qué grado y cómo aprende, para que él mismo pueda llegar a la autogestión y autorregulación de su propio proceso de aprendizaje. Estos procesos conllevan la implementación de un enfoque educativo basado en competencias, que permitan una nueva generación de profesionales, que lleguen al mercado laboral con las competencias necesarias para trabajar colaborativamente en equipo, para resolver creativamente las diferentes situaciones que se le presenten y para que sean asertivos en la toma de decisiones.

Lo anterior implica una evolución del proceso de aprendizaje y enseñanza, en este sentido, la evaluación se integra y se visualiza de la siguiente manera: «aprendizaje, evaluación y enseñanza». Esto requiere un cambio en la formación universitaria: replantear y establecer las competencias que se desean fomentar, lo que necesariamente conlleva trazar indicadores de logro que permitan al estudiante presentar las evidencias de su aprendizaje.

En este sentido, es importante recordar qué es una competencia, para lo cual se propone la definición de Tobón, al indicar que las competencias son:

«procesos integrales de actuación ante actividades y problemas de la vida personal, la comunidad, la sociedad, el ambiente ecológico, el contexto laboral – profesional, la ciencia, las organizaciones, el arte y la recreación, aportando a la construcción y transformación de la realidad, para lo cual se integra el saber ser (automotivación, iniciativa, valores y trabajo colaborativo con otros) con el saber conocer (conceptualizar, interpretar y argumentar) y el saber hacer (aplicar procedimientos y estrategias), teniendo en cuenta los retos específicos del entorno, las necesidades personales de crecimiento y los procesos de incertidumbre, con espíritu de reto, idoneidad y compromiso ético».  Tobón, 2010.

Como lo expresa Najarro (2021), «la finalidad (de las competencias) está en evidenciar comportamientos socioafectivos y habilidades cognoscitivas psicológicas, sensoriales y motoras que permiten llevar a cabo adecuadamente un desempeño, una función, una actividad o una tarea».

Considerando lo anterior es imprescindible que, en el tema de la evaluación por competencias, la evaluación auténtica adquiera un papel protagónico, ya que como lo apunta Morales (2009) «es aquella en la cual los estudiantes tienen que demostrar cómo combinan sus conocimientos –de los tres tipos de saberes ya indicados anteriormente–, para resolver situaciones de la realidad de instituciones vinculadas a su profesión».

Para iniciar este proceso se deben crear actividades de evaluación e indicadores de logro donde el estudiante pueda demostrar su aprendizaje, pero estas actividades e indicadores deben apuntar únicamente hacia una o dos competencias.

Najarro (2021) define un indicador de logro, como «los resultados que esperamos de la actividad del estudiante en nuestras distintas unidades. Son logros concretos que queremos que el estudiante alcance». Se plantea un indicador de logro que pueda medirse con dos o tres actividades, pero como además indica Najarro, «una actividad, -también- puede servir para evaluar a más de un indicador.»

Por ello, al inicio de la planificación de un curso se plantean competencias e inmediatamente los indicadores de logro, esto con el objetivo de que todas las actividades estén encaminadas a alcance y medición de estos indicadores de logro, con una lineación pedagógica coherente para evaluar y que esta evaluación realmente recoja los aprendizajes del estudiante; es decir, que lo que se busca es que los estudiantes «aprendan a profundidad, que piensen en serio, que emitan juicios, que critiquen, que evalúen, entre otras habilidades y destrezas del más alto nivel» (Najarro 2021).

FUNCIONES DE LA EVALUACIÓN

Cabe considerar ahora, lo que nos expresa Najarro (2021) sobre la evaluación: «evaluar es, ante todo, valorar más que medir (tomando en cuenta que no todo aprendizaje es medible)». Los usos que se le dan a la evaluación pueden variar de acuerdo con la función de esta, veamos el siguiente cuadro que propone Najarro:

Tomado de: Funciones de la evaluación, Evaluar para aprender: Evaluar por competencias. Najarro (2021).

Como se puede observar en el cuadro anterior, la evaluación diagnóstica se utiliza al iniciar un curso, un módulo o un tema, para determinar qué conocimientos previos tienen los estudiantes, esto con el objetivo de tomar acciones para mediar la construcción de nuevos aprendizajes y que les sean realmente significativos.

Por otra parte, la evaluación sumativa se utiliza para conocer si un estudiante está preparado para culminar un curso o materia y continuar con los siguientes campos del conocimiento.

Las dos formas de evaluación anteriores son las más conocidas y practicadas, sin embargo, según lo que muestra Najarro (2021, p.29) previamente, se observa que la evaluación formativa tiene un gran potencial que se debe explorar, valorar y practicar más, porque ayuda al estudiante a realizar una verdadera verificación de su propio aprendizaje, y con una adecuada retroalimentación, puede ayudar a una mayor y mejor comprensión de los temas, en un momento oportuno y es este un rasgo importante de la evaluación formativa porque permite mejorar el desempeño del estudiante. La recomendación es que no se le debe dar un valor cuantitativo, porque su valor radica en descubrir los puntos débiles en el aprendizaje, para que estos puntos sean debidamente superados y el aprendizaje sea realmente alcanzado. Para esto, tanto el estudiante como el docente debe realizar los ajustes necesarios para la mejora y de esta manera la evaluación formativa coadyuvar al proceso de aprendizaje. Un aspecto esencial que se debe resaltar es que el profesor califique y entregue una retroalimentación que sirva para mejorar las debilidades expuestas por el estudiante, siempre con la cautela de no etiquetar y no demeritar su esfuerzo.

Es importante reconocer que generalmente, la mayor motivación para el estudiante son los trabajos por puntos, pero se tienen experiencias donde se evidencia que, si al estudiante se le proponen trabajos sin puntos e incluso se le plantea que no es obligatoria su realización, entonces muy pronto se podrá observar a los estudiantes realizando las actividades. Se debe recordar que la evaluación no debe ser considerada un castigo o una sorpresa, donde el más sorprendido pueda ser el docente. La evaluación formativa como lo indica Najarro (2021), «es el entreno y la sumativa es el partido.»

Morales (2009) señala que la evaluación formativa puede desarrollarse a través de varias formas: preguntas orales, el papel del minuto (one minute paper), la ventana ignaciana -FODA de aprendizaje-, técnica del ánimo / preguntas / resistencias / iluminaciones, prácticas cortas y frecuentes -pruebas objetivas cortas-, trabajo en grupo o cooperativo –breve, como recurso formativo–, síntesis de clase y la rúbrica. También preguntas informales, trabajos colaborativos, casos, prácticas, etc., hasta pruebas sin punteos, que sirvan como un ejemplo de cómo se realizará la evaluación sumativa. Lo importante es que la evaluación se sume al proceso de aprendizaje del estudiante.

A MANERA DE CIERRE
 

La evaluación es un medio para fomentar el aprendizaje significativo de los estudiantes, recurso fundamental para que el docente pueda orientar de mejor manera el proceso de enseñanza, por lo cual debe ponerse en marcha con una visión de continuidad dentro del mismo proceso de aprendizaje y enseñanza, ya que la evaluación contribuye a alcanzar las competencias académicas propuestas. 

Esta nueva concepción del proceso de evaluación, lo convierte en «un medio y no un fin, para aprender». Najarro, 2021.

 

REFERENCIAS

  • Morales, P. (2009) Ser profesor, una mirada al alumno. Guatemala: Universidad Rafael Landívar.
  • Najarro, A. (2021) Evaluar para aprender: Evaluar por competencias. Módulo 3. Guatemala: Universidad Rafael Landívar.
  • Tobón, S. (2010). Formación integral y competencias. Pensamiento complejo, currículo, didáctica y evaluación. Editorial ECOE.